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Editorial

Le han llamado el efecto Milei, aunque nadie sabe a ciencia cierta a que se refieren con efecto.

Este economista libertario irrumpió en la política argentina hace apenas dos años con un discurso antisistema triunfó  con 55,7% de los votos frente a 44,3% del candidato peronista oficialista Sergio Massa.

A los dos días de estar en el cargo como presidente de Argentina Javier Milei su administración decreto una devaluación del peso argentino en un 50% con respecto al dólar. Para la gente común y corriente esto significa que su dinero vale la mitad, pero ganan el mismo salario en pesos.

El mismo día de la toma de posesión del cargo el flamante nuevo presidente argentino dijo varias veces: no hay plata. Lo que si hay es una deuda descomunal que nadie tiene ni idea de cómo se va a pagar.

Es muy temprano aun para ver como el llamado presidente libertario y su grupo van a dar forma al paquete argentino, la terapia del shock, una dura cucharada de realidad que sin duda preocupa, pero se supone que hay un animo positivo de que hay que tragar duro por un tiempo indeterminado para recupera el rumbo de la economía que ha andado a la deriva por muchos años y gobiernos de todos los colores.

Además de la devaluación monetaria, otras medidas anunciadas tiene una intención llamativa, que muy pocos políticos se atreverían a tomar bajo ninguna circunstancia,  por ejemplo, no se renovarán los contratos laborales del Estado que tengan menos de un año de vigencia; la suspensión de la pauta oficial durante un año a los medios de comunicación; reducir los ministerios, de 18 a 9, y las secretarías, de 106 a 54; reducir al mínimo las transferencias discrecionales del Estado Nacional a las provincias; recorte en la obra pública. El Estado no va a licitar más obra pública nueva y va a cancelar las licitaciones aprobadas cuyo desarrollo aún no haya comenzado; reducción de subsidios de energía y transporte, entre otras medidas.

Todo esto es un recuerdo del Caracazo que vivimos los venezolanos en febrero de 1989, cuando el presidente Carlos Andres Perez anunció las medidas que tomaría en su segundo mandato. El 26 de febrero el Ministerio de Energía y Minas anuncia el alza en 30% de los precios de la gasolina y el incremento de las tarifas del transporte público urbano e interurbano también en un 30% a partir del 27 de febrero, válido para los 3 meses siguientes, después de los cuales podrían aumentarse hasta el 100%.

El estallido social costó miles de muertos y marcó el principio de la debacle en la que está actualmente ese país.

Sabemos que los argentinos han pasado por grandes penurias tales como la hiper inflación en tiempos de Alfonsín en 1989, que llevó a saqueos y a la renuncia del presidente. Hoy en día esta en uno de sus peores momentos de los últimos 40 años de democracia.

Nadie duda que hay que sincerar la economía y tomar decisiones difíciles que no son del agrado de muchos. La gran ilusión es poder volver a un pasado próspero en que se llegó a calificar al país como el granero del mundo.

El efecto Milei busca terminar con cien años de decadencia económica argentina.

Ya lo han repetido, lo peor está por venir.

Editorial

They have called it the Milei effect, although no one knows precisely what they mean by effect.

This libertarian economist burst into Argentine politics two years ago with an anti-system speech, triumphing with 55.7% of the votes compared to 44.3% for the ruling Peronist candidate Sergio Massa.

Two days after Javier Milei became president of Argentina, his administration decreed a 50% devaluation of the Argentine currency, the peso. For ordinary people, this means that their money is worth half, but they earn the same salary in pesos.

On the same day he took office, the brand-new Argentine president said several times: there is no money. Instead, there’s a huge debt that no one has any idea how it will be paid.

It is still too early to see how the so-called libertarian president and his group are going to shape the Argentine economy through the shock therapy package, a harsh spoonful of reality that undoubtedly worries. Still, there is a positive mood that, after hard-swallowing for an indeterminate period, the country will recover the economy’s direction, which has been adrift for many years, and under governments of all colors.

In addition to the monetary devaluation, other measures announced have a striking intention, which very few politicians would dare to take under any circumstances. For example, State labor contracts that are less than a year old will not be renewed; the government’s media advertising will be suspended for one year; the number of ministries will be reduced from 18 to 9, and the secretariats, from 106 to 54;  discretionary transfers from the National State to the provinces will be reduced to a minimum; cuts in public works will also be established. The State will not tender any more new public works and will cancel approved bids whose development has yet to begin; also, to come are reduction of energy and transportation subsidies, among other measures.

This brings back the memories of the Caracazo that we Venezuelans experienced in February 1989, when President Carlos Andres Perez announced the measures he would take in his second term. On February 26, the Ministry of Energy and Mines announced a 30% increase in gasoline prices and an increase in urban and interurban public transport rates by 30% as of February 27, valid for the three following months, after which they could be increased up to 100%.

The social outbreak cost thousands of deaths and marked the beginning of the debacle that the country is currently in.

We know that Argentines have gone through tremendous hardships, such as hyperinflation under Alfonsín in 1989, which led to looting and the president’s resignation. Today, it is in one of its worst moments in the last 40 years of democracy.

No one doubts that we must be honest about the economy and make tough decisions that are not to the liking of many. The great hope is to return to a prosperous past in which the country was described as the world’s breadbasket.

The Milei effect seeks to end one hundred years of Argentine economic decline. They have already repeated it; the worst is yet to come.