SE NOS FUE EL AÑO: UN BALANCE HUMANO
Reflexionar sobre lo ocurrido en el año que estamos dejando atrás puede ayudar a cerrar ciclos y aprender de algunas cosas. Cada año trae consigo una mezcla de experiencias, desafíos y oportunidades que influyen profundamente en nosotros.
Sobrevivimos a una pandemia y a los encierros que tuvimos que hacer para preservar nuestra vida y la de otras personas. De un día a otro, el mundo se paralizó. Fue un gran balde de agua fría que nos mostró lo vulnerables que podemos ser. Sin embargo, no sé si algo de lo que vivimos realmente quedó en nosotros.
Cada persona enfrenta sus propios desafíos y logros, pero cuando vivimos ciertas experiencias de forma colectiva, se supone que deberíamos forjar algo de empatía o unidad. Lamentablemente, esto no es algo que he visto en el último año. Por el contrario, he observado cómo las personas, en su afán por satisfacer sus propios intereses, a menudo terminan perjudicando los intereses de otros en el proceso.
Tras la pandemia, he visto una serie de situaciones que parecen indicar que la humanidad sigue retrocediendo, como las guerras que han surgido recientemente. A lo largo del año, he tratado en este espacio de opinión varios episodios de violencia. Quizá son cosas que siempre han sucedido, pero eso no significa que debamos legitimarlas. No podemos acostumbrarnos a hechos violentos ni dejar de ser empáticos.
La empatía es un valor que se está perdiendo, especialmente en una sociedad que cada vez se comunica más a través de pantallas en lugar de mirarse a los ojos. No deseo idealizar los tiempos antiguos, pero es necesario revisar nuestras formas de interactuar y relacionarnos.
Un hecho que me llama la atención es cómo nos conectamos con otros cuando sabemos que vamos a morir. Por ejemplo, muchas personas inician cadenas de oración cuando saben que alguien está muy enfermo, y quien recibe esas oraciones se aferra a la esperanza de que lo cure. No quiero apropiarme de esta idea tan bien planteada en el texto “Corporeidad, Energía y Trascendencia. Somos Siete Cuerpos”, en el cual se afirma que “un universo totalizador se revela justo en el instante en que nuestro ser se desintegra. En un hecho paradójico, reconocemos la unidad y la compleja multiplicidad de nuestro ser justo cuando está más disperso”.
¿No es injusto que esas dinámicas surjan solo cuando estamos a punto de morir? Las personas se conectan o se perdonan, y todo empieza a encajar. De alguna manera, la pandemia movió ciertas murallas y nos hizo reflexionar sobre nuestra trascendencia. Sin embargo, el día en que terminó, dimos vuelta la página y seguimos viviendo sumergidos en la vorágine de la vida sin prestar mucha atención a lo que sucede a nuestro alrededor, o volvimos a ser espectadores indiferentes.
La guerra es un claro ejemplo de esa indiferencia: están muriendo personas por causas políticas, religiosas y económicas. No puedo terminar este año sin referirme a este tema e intentar concienciar sobre el terrible daño que se le hace a la humanidad con este tipo de violencia. Mis sinceros deseos para el año que viene son que seamos capaces de resolver los conflictos de forma civilizada, de llegar a acuerdos y de unirnos no solo cuando sepamos que estamos muriendo por una enfermedad.
THE YEAR IS GONE: A HUMAN BALANCE
Reflecting on what happened in the year we are leaving behind can help us close cycles and learn from some things. Each year brings experiences, challenges, and opportunities that profoundly influence us.
We survived a pandemic and the lockdowns we had to do to preserve our lives and the lives of other people. From one day to the next, the world came to a standstill. A big bucket of cold water showed us how vulnerable we can be. However, I wonder if anything we experienced stayed with us.
Each person faces challenges and achievements, but when we experience specific experiences collectively, we are supposed to forge some empathy or unity. Unfortunately, this is not something I have seen in the last year. On the contrary, I have observed how people, in their quest to satisfy their interests, often end up harming the interests of others in the process.
After the pandemic, I have seen a series of situations that indicate that humanity continues to regress, such as the wars that have recently arisen. Throughout the year, I have discussed several episodes of violence in this opinion space. Maybe these things have always happened, but that doesn’t mean we should legitimize them. We cannot get used to violent events or stop being empathetic.
Empathy is a value being lost, especially in a society that increasingly communicates through screens instead of looking into each other’s eyes. I do not wish to idealize ancient times, but we must review our ways of interacting and relating.
One fact that stands out to me is how we connect with others when we know we are going to die. For example, many people start prayer chains when they know that someone is very sick, and whoever receives those prayers clings to the hope of being cured. I do not want to appropriate this idea so well presented in the text “Corporateness, Energy and Transcendence. We Are Seven Bodies”, which states that “a totalizing universe reveals at the moment when our being disintegrates. In a paradoxical fact, we recognize the unity and complex multiplicity of our being just when it is most dispersed.”
Isn’t it unfair that these dynamics arise only when we are about to die? People connect or forgive each other, and everything falls into place. The pandemic moved particular walls and made us reflect on our transcendence. However, the day it ended, we turned the page. We continued living immersed in the whirlwind of life without paying much attention to what was happening around us, or we returned to being indifferent spectators. War is a clear example of this indifference: people are dying for political, religious, and economic causes. I cannot end this year without referring to this issue and trying to raise awareness about the terrible damage done to humanity by this type of violence. My sincere wishes for the coming year are that we can resolve conflicts in a civilized way, reach agreements, and unite not only when we know that we are dying from an illness.