EspanolEnglish

Editorial

Cuánto me gustaría que siempre pudiera compartir buenas noticias. Lamentablemente no es posible, porque de pronto en la vida se atraviesa la mala fortuna. En esta ocasión se trata de la partida a otro plano de mi hermana mayor, quien después de una larga, larguísima dolencia, ha expirado en compañía de su hermano y seres queridos.

Duro es despedirse, pero queda el regocijo en el alma de saber que descansó de largos años de lucha contra el cáncer, batalla tras batalla por más de una década, que finalmente logró doblegar su espíritu indomable. Fue un ejemplo de entereza y voluntad. En verdad lo fue desde chica y siempre perseveró hasta lograr lo que buscaba, siempre hasta lograrlo, incluso en estos últimos tiempos daba por pensar que logaría vencer a ese goloso infatigable que busca cada recodo y oportunidad para acabar con la vida.

Por primera vez, ayer tuve la certeza de que la muerte estaba cerca, y horas antes mi corazón me decía que el adiós en el umbral nos esperaba, pero ella, estoy seguro no quería marcharse, se aferraba con todas sus fuerzas al poco cuerpo que le quedaba, dando ejemplo de su fuerza vital.

Una mujer acuciosa que supo conservar la amistad con sus amigas de la infancia como es casi imposible en nuestros días. Era algo muy hermoso y que realmente envidio. Recuerdo que de muchacho la acompañé a clases de pintura y cerámica, y más tarde a fiestas de quince años de sus compañeras que hoy en día son abuelas, y luego viajé con ella por España y Colombia, siempre con ganas de aventura.

Apreciaba mucho su independencia y nunca ató su vida a la de un compañero. Valoraba en gran manera la soledad y de ella se nutría y tomaba una fuerza que la hacía diferente al resto de los mortales. Me viene a la memoria una tarde, unos meses atrás, cuando me dijo en confidencia que a ella le gustaba estar sola, aunque a los demás nos pareciera algo inusual y hasta imprudente, vistas sus circunstancias. Pero así era ella: yo sola. Además, tuvo el privilegio de sembrar ese afán de independencia en muchos de sus sobrinos, a los que amaba tanto.

La llamábamos flaquita, Mariaconpiso pocas veces un nombre más ajustado, y tratamos de al menos compartir un almuerzo en su cumpleaños, que coincidía con los viajes de vacaciones a la playa, ya que vivíamos en ciudades diferentes y pasábamos tiempo sin vernos.

Agradezco que fuera una hermana solidaria que siempre abrió sus puertas con cariño a sus hermanos, sobrinos y todos sus familiares. Todos la recordamos como una mujer hospitalaria y bondadosa.

Ahora con su partida, yo paso a ser el mayor de la familia. Ella siempre jugó a decir que ella era la menor, y pudo tener razón.

Hermana, te dedico estas líneas con el corazón en la mano. Estoy seguro nos darás tu apoyo y cariño desde el lugar eterno en que te encuentres. Dios te dé la paz.

Editorial

How I wish I could always share good news. Unfortunately, this is not possible because bad fortune suddenly happens in life. This time, it is about the departure to another plane of my older sister, who, after a long, extraordinarily prolonged illness, has died in the company of her siblings and her loved ones.

It is hard to say goodbye to her, but my soul rejoices to know that she rested from long years of fighting cancer, battle after battle for more than a decade, which finally managed to subdue her indomitable spirit. She was an example of fortitude and will. In truth, she had since she was a child and always persevered until achieving her ends, consistently until she achieved it. Even in recent times, my sister thought that she would manage to defeat that indefatigable glutton that looks for every nook and cranny to put an end to a life.

For the first time yesterday, I was sure that death was close, and hours before, my heart told me that goodbye on the threshold awaited us, but she, I am sure, did not want to leave; she clung with all her strength to the little body that she had left, giving an example of her vital force.

She was a diligent woman who knew how to preserve her friendship with her childhood friends, which is almost impossible nowadays. It was something incredibly beautiful and one that I really envy. I remember that as a boy, I accompanied her to painting and ceramics classes and later to fifteen-year-old parties of her classmates, who are now grandmothers. Then, I traveled with her through Spain and Colombia, always wanting adventure.

She greatly appreciated her independence and never tied her life to a partner. She valued her solitude, drew nourishment from it, and gained a strength that made her different from the rest of mortals. I remember her one afternoon a few months ago when she confidently told me she liked to be alone. However, given her circumstances, it seemed unusual and even imprudent to the rest of us. But that’s how she was: me by myself. Furthermore, she had the privilege of planting that desire for independence in many of her nephews, whom she loved so much.

We called her skinny, Mariaconpiso, rarely a more fitting name, and we tried to share at least one lunch on her birthday, which coincided with vacation trips to the beach. We lived in different cities and spent time without seeing each other.

I am grateful that she was a supportive sister who always opened her doors with love to her siblings, her nephews, and all her relatives. We all remember her as a hospitable and kind woman.

Now with her departure, I have become the eldest in the family. She always joked that she was the youngest and could have been right.

Sister, I dedicate these lines to you with my heart in my hand. I am sure you will give us your support and love from wherever you are. God give you peace.