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Bajo la bandera de la libertad: el precio de un falso progreso

El reciente cambio de mando en Estados Unidos, con la reelección de Donald Trump en enero de 2025, ha intensificado los discursos sobre la “libertad” mientras se implementan políticas que restringen derechos y persiguen la diversidad de pensamiento. Este fenómeno refleja una paradoja inquietante: en nombre de la libertad, se consolidan medidas que limitan las libertades individuales y colectivas.

Desde su retorno a la Casa Blanca, Trump ha revertido numerosas órdenes ejecutivas de su predecesor. Entre las acciones más controvertidas se encuentran la retirada de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la implementación de políticas migratorias más estrictas, como la expulsión de inmigrantes indocumentados. Además, ha promovido cambios simbólicos, como la propuesta de renombrar el golfo de México como “Golfo de América”. Estas decisiones evidencian una tendencia hacia políticas nacionalistas y anti-científicas, como la revocación de prohibiciones contra plásticos y la designación de un activista antivacunas como secretario de Salud.

Más allá de las fronteras estadounidenses, se observa un resurgimiento de lógicas imperialistas a nivel global. Rusia adopta una política militar agresiva, mientras que China ignora acuerdos internacionales cuando estos afectan sus intereses. Trump, por su parte, muestra tendencias expansionistas al buscar acuerdos unilaterales con potencias como Rusia, sin consultar a sus aliados europeos. Esta dinámica global refuerza la narrativa de una “libertad” que, en realidad, sirve para justificar acciones que restringen derechos y soberanías.

En el ámbito cultural, la administración Trump ha intensificado la censura y la persecución de expresiones artísticas que no se alinean con su ideología. Un ejemplo notable es la prohibición del libro infantil Freckleface Strawberry, de la actriz Julianne Moore, en las escuelas dirigidas por el Departamento de Defensa. Moore expresó su sorpresa y tristeza ante esta decisión, destacando que su obra busca enseñar a los niños la importancia de aceptarse a sí mismos. Este acto de censura refleja cómo, bajo la retórica de la libertad, se silencian las voces disidentes y se restringe la diversidad cultural.

La estrategia política actual se caracteriza por la saturación del espacio mediático con múltiples acciones y declaraciones controvertidas, generando un clima de caos y desinformación. Esta táctica desvía la atención pública de cuestiones fundamentales y confronta a los medios tradicionales, manteniendo una campaña electoral permanente.

La paradoja se profundiza cuando figuras influyentes, como Elon Musk, se alinean con estas corrientes políticas. Recientemente, Musk ha enfrentado controversias por gestos y declaraciones interpretadas como apoyo a ideologías extremistas. Estas acciones no solo afectan la percepción pública de los líderes empresariales, sino que también contribuyen a la polarización social y a la normalización de discursos de odio. Además, Tesla, la empresa dirigida por Musk, ha experimentado una disminución significativa en sus ventas en Europa, con una caída de más del 50% en enero de 2025. Este declive se atribuye, en parte, a la controversia política y a la creciente competencia en el mercado de vehículos eléctricos.

El panorama actual en Estados Unidos no es solo una crisis política, sino una advertencia sobre lo que sucede cuando el discurso de la libertad es secuestrado por pensamientos extremos. No es casualidad que, mientras se habla de “recuperar el país”, se impongan restricciones a la información, la educación y la expresión artística. Lo inquietante no es solo la censura, sino la aceptación de esta como un mal necesario. Estamos presenciando un retroceso disfrazado de avance, una normalización del control bajo la ilusión de orden. Si la historia sirve de guía, sabemos cómo termina esto.

Under the flag of freedom: the price of false progress

The recent change of command in the United States, with the re-election of Donald Trump in January 2025, has intensified the discourse on “freedom” while implementing policies that restrict rights and persecute diversity of thought. This phenomenon reflects a disturbing paradox: measures that limit individual and collective freedoms are consolidated in the name of freedom.

Since his return to the White House, Trump has reversed numerous executive orders of his predecessor. Among the most controversial actions are the withdrawal of the United States from the World Health Organization (WHO) and the implementation of stricter immigration policies, such as the expulsion of undocumented immigrants. In addition, he has promoted symbolic changes, such as the proposal to rename the Gulf of Mexico as the “Gulf of America.” These decisions reveal a trend toward nationalist and anti-scientific policies, such as the revocation of bans on plastics and the appointment of an anti-vaccine activist as Secretary of Health.

Beyond US borders, there is a resurgence of imperialist logic at a global level. Russia adopts an aggressive military policy, while China ignores international agreements when these affect its interests. For his part, Trump shows expansionist tendencies by seeking unilateral agreements with powers such as Russia without consulting his European allies. This global dynamic reinforces the narrative of a “freedom” that, in reality, serves to justify actions that restrict rights and sovereignty.

In the cultural sphere, the Trump administration has intensified censorship and persecution of artistic expressions that do not align with its ideology. A notable example is banning the children’s book Freckleface Strawberry by actor Julianne Moore in schools run by the Department of Defense. Moore expressed her surprise and sadness at this decision, highlighting that her work seeks to teach children the importance of accepting themselves. This act of censorship reflects how, under the rhetoric of freedom, dissenting voices are silenced, and cultural diversity is restricted.

The current political strategy is characterized by the saturation of the media space with multiple controversial actions and statements, generating a climate of chaos and misinformation. This tactic diverts public attention from fundamental issues and confronts traditional media, maintaining a permanent electoral campaign.

The paradox deepens when influential figures like Elon Musk align themselves with these political currents. Recently, Musk has faced controversy for gestures and statements interpreted as support for extremist ideologies. These actions affect the public perception of business leaders and contribute to social polarization and the normalization of hate speech. Moreover, Tesla, the company led by Musk, has seen a significant decline in its sales in Europe, falling by more than 50% in January 2025. This decline is attributed, in part, to political controversy and increasing competition in the electric vehicle market.

The current landscape in the United States is not just a political crisis but a warning about what happens when the discourse of freedom is hijacked by extreme thinking. It is no coincidence that, while there is talk of “taking back the country,” restrictions are being imposed on information, education, and artistic expression. What is disturbing is not just censorship but the acceptance of it as a necessary evil. We are witnessing a retreat disguised as progress, a normalization of control under the illusion of order. If history is any guide, we know how this ends.