Alejandro Henriette Alcayaga-Araya

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La controversia sobre impartir educación en sexualidad

La educación sexual ha sido parte del currículum académico en los colegios de Estados Unidos por décadas, pero en la actualidad temas como orientación sexual y la identidad de género han generado intensos debates entre padres, educadores y legisladores que buscan imponer sus puntos de vista.

Como especialista en estos temas puedo identificar que existe mucho prejuicio e intransigencia. Muchas veces se dice que se pervierte, desvirtúa y que se incita a los jóvenes a que tengan relaciones sexuales desde temprana edad.

Me gustaría comentarles que empíricamente se ha demostrado lo contrario, y así lo demuestra el texto de la UNESCO llamado: “Orientaciones Técnicas Internacionales Sobre Educación en Sexualidad” del año 2018, en el cual se expone que niñas, niños y adolescentes que son educados sobre temas que ahondan en la sexualidad, dentro o fuera de los entornos educativos, no aumentaron su actividad sexual, ni tuvieron comportamientos sexuales riesgosos. Tampoco crecieron las tasas de infección por el VIH.  Por el contrario, retardaron el inicio de la vida sexual y disminuyeron los embarazos precoces, entre otros ítems.

Muchos se preguntan cuándo debe hablarse o enseñarse sobre educación sexual o quiénes son los que deben educar sobre sexualidad, si los padres o los establecimientos educacionales. Y mi respuesta a esta pregunta es que todos los actores deben aportar en estas temáticas, tanto padres como establecimientos educacionales, servicios de salud y medios de comunicación. (Desgraciadamente la televisión y las redes sociales se han encargado de tergiversar la realidad de la sexualidad, provocando más desinformación entre los jóvenes).

Tal como indica UNESCO la educación integral en sexualidad “tiene un papel central en la preparación de los jóvenes para una vida segura, productiva y plena en un mundo donde el VIH y el sida, las infecciones de transmisión sexual (ITS), los embarazos no planificados, la violencia de género y la desigualdad de género todavía representan un grave riesgo para su bienestar”.

Muchas personas llegan a la adultez con mensajes contradictorios, negativos y confusos acerca de la sexualidad. Esto se ve exacerbado con frecuencia por sentimientos de vergüenza y silencio que dan como resultado la violencia de género, del bullying y de la baja autoestima.

Según estadísticas de la Escuela de Derecho de UCLA, el grupo que desde pequeños se identifica con la comunidad LGBTIQ es el más propenso a enfrentar pobreza, ser víctimas de acoso o de morir por suicidio. Me pregunto si alguien desearía eso para su hijo o hija.

Pueden existir malos educadores y/o malos programas de educación sexual, como también existen malos programas y educadores en matemáticas, lenguaje u otras materias. No podemos quedarnos con lo que vemos en un viral o en una noticia. Es justo que nuestros jóvenes conozcan sobre su sexualidad de manera organizada, libre de política o dogmas.

The controversy surrounding sexuality education

Illustration of diverse characters holding up jigsaw pieces

Sexuality education has been part of the academic curriculum in American schools for decades. However, in recent times, topics such as sexual orientation and gender identity have sparked intense debates among parents, educators, and lawmakers, each trying to impose their own viewpoints.

As a specialist in these matters, I can identify a great deal of prejudice and intolerance. It is often claimed that sexuality education corrupts, distorts, and encourages young people to engage in sexual activity from an early age.

I would like to point out that empirical evidence has actually shown the opposite. This is exemplified by the UNESCO document titled “International Technical Guidance on Sexuality Education” from 2018. According to this text, girls, boys, and adolescents who receive comprehensive sexuality education, both within and outside educational settings, do not increase their sexual activity, engage in risky sexual behaviors, or experience higher rates of HIV infection. On the contrary, they tend to delay the onset of sexual activity and reduce rates of early pregnancies, among other positive outcomes.

Many people wonder when and by whom sexuality education should be taught. Should it be the responsibility of parents or educational institutions? My answer to this question is that all stakeholders should contribute to these discussions. Parents, educational institutions, healthcare services, and the media all have a role to play. Unfortunately, television and social media have distorted the reality of sexuality, leading to further misinformation among young people.

As UNESCO indicates, comprehensive sexuality education “plays a central role in preparing young people for safe, productive, and fulfilling lives in a world where HIV and AIDS, sexually transmitted infections (STIs), unplanned pregnancies, gender-based violence, and gender inequality still pose serious risks to their well-being.”

Many individuals reach adulthood with contradictory, negative, and confusing messages about sexuality. This is often exacerbated by feelings of shame and silence, which result in gender-based violence, bullying, and low self-esteem.

According to statistics from UCLA School of Law, individuals who identify with the LGBTIQ community from a young age are more likely to face poverty, be victims of harassment, or die by suicide. I wonder if anyone would desire such outcomes for their child. Just like in any subject, there can be poor educators and/or inadequate sexuality education programs. However, we should not judge the entire field based on isolated viral videos or news stories. It is only fair that our young people receive organized and comprehensive information about their sexuality, free from politics or dogma.