PERÚ. Ni tan Firme ni tan Feliz

Alejandra Alcayaga

Durante años Perú se ha visto afectado por la corrupción política, lo que ha llevado a tener seis presidentes desde el año 2016. Conozco este hermoso país que tiene una rica cultura, gran gastronomía y turismo, y me apena ver como los presidentes han deteriorado económica y socialmente a este pueblo.

José Pedro Castillo Terrones se presentó como candidato a presidente del Perú para las elecciones del 2021, con una campaña que proliferaba: “No más pobres en un país rico”; prometiendo mejorar la economía del país y reducir su desigualdad crónica. Finalmente fue elegido presidente y asumió su cargo desde el 28 de julio de 2021 hasta la declaración de su «permanente incapacidad moral» tras su intento de autogolpe del 7 de diciembre de 2022.

El mandato de Castillo fue empeorando cada vez más, alguna de las acciones que lo llevaron a la debacle fue nombrar cinco gabinetes diferentes, designar a 78 ministros, varios de los cuales carecían de habilidades o experiencia relevante y se enfrentaron a investigaciones relacionadas con la corrupción, violencia doméstica y asesinato. El mismo Castillo estuvo sometido a seis investigaciones penales, en el cual se le acusó de haber dirigido una organización criminal para beneficiarse de contratos públicos.

El 7 de diciembre Castillo, ahora expresidente, decidió evitar el juicio político en su contra y ordenó, a través de la televisión, la disolución del Congreso adoptando un paquete de medidas para ese fin. Sin embargo, dos horas después del anuncio de Castillo, el Congreso votó por su destitución, con 101 legisladores a favor, seis en contra y 10 abstenciones.

Perú hoy tiene a su primera presidente mujer, Dina Boluarte, quien era la vicepresidenta, hasta antes del desastre político.  La primera mujer en dirigir Perú es una antigua abogada que militó en un partido político marxista hasta que fue expulsada el año pasado tras criticar al líder de la agrupación. La presidenta se ha pronunciado para ofrecer una solución y así intentar detener las protestas, en las que han muerto dos jóvenes y decenas han resultado heridos, proponiendo elecciones presidenciales para abril del 2023 y un estado de emergencia en el sur del país.

No es menor que varios de los presidentes en Latinoamérica han estado involucrados en acusaciones de corrupción y han obtenido condenas. Se plantea si realmente es corrupción o es persecución política, pero me gustaría que nos pusiéramos en el caso que los presidentes acusados realmente fueran inocentes, si están obrando bien y hacen todo su trabajo por erradicar o apaciguar la pobreza y las desigualdades, en países como Bolivia, Argentina, Perú, Brasil, Chile, Venezuela, Nicaragua, entre otros. Preguntémonos ¿Por qué siguen profundizándose las desigualdades y la pobreza? Por qué no vemos los frutos a ese sueño. ¿Están haciendo los políticos su trabajo? ¿Las instituciones están funcionando? ¿Los presidentes se preocupan de designar a personas idóneas y competentes para desarrollar sus funciones?

Los desafíos que tiene la primera presidente de Perú no son menores, tendrá que ejercer liderazgo para poner este país en un buen norte político-social. Ojalá no la sesgue un color político ni le aten los brazos, este no es momento de defender a los políticos, los juicios deben seguir su camino, y no mezclarse con el mandato que debe ejercer, que es reestablecer el estado de derecho. Es tiempo de ser más cuestionadores con quienes nos gobiernan, exigir cuentas claras y respetar la democracia, no es casualidad que en los países donde sus presidentes han sido cuestionados por corrupción estén empobreciéndose cada vez más y las desigualdades sean más profundas, incluso antes de la pandemia.

PERU. Neither so firm nor so happy

Political corruption has affected Peru for years, leading to six presidents since 2016. I have been to this beautiful country with its rich culture, outstanding gastronomy, and tourism. I am saddened to see how the presidents have economically and socially deteriorated this nation.

>Alejandra Alcayaga

José Pedro Castillo Terrones ran as a candidate for President of Peru in the 2021 elections with a proliferating campaign: “No more poor people in a rich country,” promising to improve the country’s economy and reduce its chronic inequality. He was finally elected President and held office from July 28, 2021, until his “permanent moral incapacity” was declared after his self-coup attempt on December 7, 2022.

Castillo’s tenure was getting worse and worse. Some of the actions that led to the debacle were appointing five different cabinets and seventy-eight ministers, several of whom lacked relevant skills or experience and faced investigations related to corruption, domestic violence, and murder. Castillo himself was the subject of six criminal investigations, accused of having led a criminal organization to benefit from public contracts.

On December 7, Castillo, now former President, decided to avoid impeachment against him and ordered, through television, the dissolution of Congress, adopting a package of measures for that purpose. However, two hours after Castillo’s announcement, Congress voted to remove him, with 101 legislators in favor, six against, and ten abstentions.

Peru today has its first female President, Dina Boluarte, who was the vice-president until before the political disaster. The first woman to lead Peru is a former lawyer who was a member of a Marxist political party that ousted her last year after criticizing the group’s leader. The President has spoken out to offer a solution and thus try to stop the protests, in which two young people have died, and dozens have been injured, proposing presidential elections for April 2023 and a state of emergency in the country’s south.

Several of the presidents in Latin America have been involved in corruption charges and have obtained convictions. The question is whether it is corruption or political persecution. But what would be the case if the accused presidents were innocent? What if they were doing the right thing and putting all their effort into eradicating or alleviating poverty and inequalities in countries like Bolivia, Argentina, Peru, Brazil, Chile, Venezuela, and Nicaragua? Then, let us ask ourselves why inequalities and poverty continue to deepen. Why don’t we see the fruits of that dream? Are the politicians doing their job? Are the institutions working? Do the presidents worry about appointing suitable and competent people to conduct their functions? The challenges that the first president of Peru has are not minor. She must exercise leadership to put this country in a healthy political and social direction. Let us hope she will not be tainted by a political color or have her arms tied. Now is not the time to defend politicians. The trials must go on and not be entangled with the mandate she must exercise reestablishing the rule of law. It is time to scrutinize those who govern us, demand clear accounts, and respect democracy. It is no coincidence that countries with presidents involved in corruption are becoming increasingly poorer, and inequalities are more profound, even before the pandemic.